24.03

Ofrenda artística para la tierra y el cielo

Una serie de fotografías, dibujos y videos deja registro de la acción realizada por Martín Bonadeo en los Andes peruanos.

Por Victoria Verlichak

Las inquietantes obras que Martín Bonadeo viene realizando desde el año 2000 confirman su búsqueda artística y filosófica, una indagación que suele sumar investigaciones científicas e innovaciones tecnológicas a su notable producción. Pero la conmovedora intervención en el paisaje denominada Cruz del Sur en la tierra – Pacha Kutiq Crux revela además un camino espiritual, personal y colectivo. En quechua, Pacha Kutiq significa “profunda transformación que la humanidad experimenta en ciclos de 500 años”. Pacha es “mundo cósmico” y también “tiempo”. Kutiq, “la inversión” o “el voltear”. Crux es el nombre científico de la constelación de la Cruz del Sur.

En galería Praxis se exhiben registros de esa intervención sincrética a 4.400 metros sobre el nivel del mar, en los Andes peruanos. Las doce fotografías documentales (cinco de gran formato en blanco y negro y siete más pequeñas a color), catorce cianotipos (antiguo procedimiento fotográfico), veintiséis videos de un minuto y dos visores de Realidad Virtual con cuatro fotos y un video documental en 360 grados, permiten al observador pasearse y estremecerse también ante el paisaje de las faldas del nevado Contrahierbas –cerca de la localidad de Yanama, en Ancash– donde se desarrolló la acción. Es preciso prestarles atención a unos dibujos sobre plexiglás (1 m x 1 m), donde se representa el cielo sur con un horizonte montañoso y otros símbolos, personajes y construcciones.

“Usted es un místico… pierde el tiempo en el circuito del arte. ¿No pensó en ser sacerdote?”, le dijo el historiador y crítico Gustavo Buntinx a Bonadeo tras ver su carpeta de trabajos en 2008. Buntinx – animador y curador de la muestra– nació en la Argentina, estudió en Harvard y vive actualmente en Perú, donde creció.

Bonadeo no se hizo cura. Casado y padre de familia, tiene un doctorado en Comunicación, y persiste en la senda del arte. Cuando en 2014 fue a enseñar a la Universidad de Richmond, Estados Unidos, vivió en una casa con gran jardín frente a un lago; entonces recuperó el vínculo con la tierra y el firmamento que supo tener en la infancia, en el campo.

En 2015, el Museo de Arte de Lima (MALI) dedicó una exposición a la cultura Chavín, civilización de los Andes del norte de Perú entre los años 900 y 200 a.C. Bonadeo viajó a Lima para ver esta muestra y recorrer colecciones arqueológicas. Luego viajó con Buntinx y familia a Chavín de Huántar. “Llegamos de noche con un espectáculo de iluminación sobre los templos, encendido para nosotros… Lo que más me llamó la atención en esa oscuridad fue el ángulo que formaba el encuentro entre dos montañas en el que la constelación de la Cruz del Sur ‘calzaba’ perfectamente. Cuando bajamos, sentí que mi alma había quedado arriba de esas montañas, cerca del cielo. Mi cuerpo descendió con la sensación de haber perdido algo,” relata Bonadeo.

Este proyecto tiene antecedentes en su anterior El cielo en la tierra. En esa exhibición una diversidad de dispositivos abordaron, en palabras del artista, “poéticas sobre la tesis/antítesis cielo/tierra”. “En 2012 Buntinx me había invitado a conocer el espacio que los Artesanos de Don Bosco tienen en el distrito limeño de Barranco. Allí se exhibe la obra del padre Ugo de Censi –parte de la Operación Matto Grosso (OMG)– que consiste en mantener la dignidad de las personas a partir de la enseñanza de artes y oficios en lugares muy precarios. Gustavo me propuso la idea de colaborar con ellos en alguna producción simbólica relacionada al centro ceremonial de Chavín”, cuenta el artista. El sitio arqueológico es Patrimonio de la Humanidad y Bonadeo sigue trabajando con los artesanos de la región.

En el mes de junio de 2017, Bonadeo, incitado y acompañado por Buntinx, Israel Miguel Tolentino Cotrina, Angelo Colombo, Simone Rota, Jonás Vergaray, Giaccomo e Ivan Thibaud de Drone Films Project, trabajó en la realización de la Cruz del Sur en la tierra. Comulgaron con el espíritu de la montaña. Vieron brillar el imponente cielo, encendido sin la interferencia de la luz eléctrica. Las estrellas fueron señaladas con láser verde. El artista y sus colaboradores trazaron su imagen con clavos e hilos en la falda del cerro. Luego cortaron el ichu (paja brava) al ras, distribuyeron una tonelada de sal dibujando la cruz en un área de más de 70 metros y esparcieron llaves.

Cruz del Sur en la tierra tuvo varias pruebas en el lugar y, también, una a escala hecha en Pilar en 2016, en un predio de la Universidad Austral. “En ese ensayo probé materiales (llaves y sal para matar el pasto) y formas y escalas para las estrellas. Me fui con un drone para verlo ‘con los ojos de Dios’ y me di cuenta de que la sal se veía mucho más que las llaves”. En Perú, la Cruz del Sur del cielo fulguró exactamente sobre la cruz trazada en la tierra y ambas, la del firmamento y la de la sierra, se reflejaron en un lago.

Cada una de las imágenes de la exhibición abre puertas, multiplica las capas de sentido y funciona como una pista que propone preguntas antes que respuestas. ¿Por qué la sal que marca las estrellas está salpicada de llaves? ¿Por qué repite las imágenes de un cactus? ¿La cruz en la tierra –en espejo con la del cielo– es, proporcionalmente, una cruz invertida?

Mucho de estos símbolos remite a San Pedro. Con la ingesta del cactus sagrado llamado San Pedro o wachuma, algunos creen alcanzar el cielo, cuyas puertas abre el santo con sus llaves. Pedro fue martirizado en una cruz invertida. Además, Buntinx asegura que fue “precisamente un 29 de junio, Día de San Pedro y San Pablo, que Bonadeo culminó su intervención cósmica, activándola mediante una liturgia espontánea, impensada, de radical simpleza”. Se visualizaron cuatro cruces y fueron varias las confluencias.

Pasen y vean la imponente ofrenda y sus implicancias.

Revista Ñ

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