octubre 15, 2021 - diciembre 11, 2021

PATRICK GLÄSCHER

Nunca, como en estos tiempos, ha sido tan recurrente ese sueño en el que vuelo

La posibilidad de volar

No son muchos los artistas que han pintado aves con maestría. Sería tedioso hacer una lista de nombres, pero no será en vano recordar la emoción que sigue provocando el ala de una carraca (una colorida ave europea), aquella acuarela de Alberto Durero que se conserva en la Albertina de Viena. O el estremecimiento que provocan las máquinas emplumadas de Rebecca Horn, si nos acercamos más a nuestro presente. Para pintar aves primero hay que enamorarse de ellas, y es lo que le pasó a Patrick Gläscher hace ya varios años. Nuestro artista observa tanto las aves en su hábitat como en los libros de ciencia y en el arte, tiempo atrás pintaba paisajes imaginarios de la fauna mítica de la ciudad de Buenos Aires, donde aparecían pájaros que fueron tomando un protagonismo único. Quien haya visto los dibujos de John Audubon (1785-1851), ese pintor ornitólogo nacido en Haití, sabe del desafío de pintar aves a escala 1:1 aún cuando el tamaño excediera la hoja, de ahí que haya soluciones muy simpáticas, como la de pintar un flamenco agachando su cuello. Si nos acercamos a nuestros horizontes, Guillermo Enrique Hudson (1841- 1924) fue un naturalista y escritor, autor de Aves del Plata, entre otros libros de ornitología que fueron intentos precursores de registrar las variadas especies de nuestro país. En los dibujos de Audubon como en los de Hudson hay tanto de ciencia como de arte, y lo mismo se puede decir de la obra de Gläscher. Quizá este sea su potencial más extraordinario, poder combinar la precisión de un investigador con la libertad de un artista.

Gläscher elige una técnica minuciosa que pocos manejan con tanto talento, el grafito; logra un acabado casi fotográfico y en la serie que presenta en Praxis reduce la paleta al blanco, negro y matices de grises. Las obras son de grandes dimensiones, algo inusual para trabajos en grafito, una técnica más bien intimista que los artistas prefieren para el boceto rápido, pero que ahora encontramos en una dimensión grandilocuente, casi como si fuera un mural. Lo mismo sucede con el motivo que describe, pequeñas aves en la naturaleza que se agigantan en su obra. ¿Cuáles son estas aves? Hay una preferencia por la garza blanca (ardea alba), la garza mora (ardea corcoi) y la garcita blanca (egretta thula); no son raras, al contrario, se hallan en todos los continentes, son aves acuáticas que buscan su alimento en humedales y suelen anidar en lo alto de los árboles, es decir circulan por tierra, agua y aire. Son zancudas y picudas, ariscas con el hombre, pero amistosas entre ellas ya que viven en bandadas. No es este el lugar para describir sus comportamientos, sólo señalar que no solamente se ven muy frecuentemente en nuestros campos sino también en las reservas cercanas a la ciudad. Glascher se aproxima a estas aves de forma casi científica -no por nada se preocupa por titular las obras con su nombre taxonómico-, con gusto por el detalle minucioso en el plumaje de las alas o en los penachos, y con una imaginación descomunal para componer en el espacio. Elige pintar un ave en vuelo, no en reposo, y no hay un ejemplar surcando el cielo, sino varios. En el gran tríptico que se presenta hay una composición engañosamente especular, y una asimetría dinámica que confunde a la mente lógica. Si se observan cómo se mueven las garzas se podrá ver una semejanza con la cronofotografía, pues hay un ave que se repite sucesivamente para dar la impresión de movimiento. Hacia fines del siglo XIX Eadweard Muybridge intentó capturar el movimiento (tanto de hombres/mujeres como de animales) con la fotografía, y el mismo intento hace nuestro artista con una tecnología mucho más artesanal, el grafito. El resultado es una sucesión de garzas en vuelo cuyos cuellos se funden en las aves que le preceden, como si hubiera un error de cálculo en el desfile aéreo. Paradojalmente ese dinamismo parece congelarse en el aire, hay silencio y quietud en la escena, como si los pájaros se acomodaran en un empapelado de una antigua casa inglesa. Las garzas que pinta Gläscher se elevan, se espejan, se absorben, se multiplican y sobre todo renuevan el interés no de las aves en especial sino de los misterios de la Naturaleza en general.

Julio Sánchez Baroni, octubre 2021

Patrick Gläscher nació en 1975, en Buenos Aires, Argentina. Se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Posteriormente trabajó como ilustrador y docente antes de dedicarse al dibujo y la pintura. Su trabajo ha sido premiado en concursos y salones, destacándose el segundo premio en el Salón Nacional de Artes Visuales 2015. Realizó cursos magistrales y participó en seminarios y talleres con reconocidos artistas y curadores argentinos. Su obra ha sido expuesta a nivel local e internacional y está incluida en colecciones públicas y privadas.

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Gastón Herrera

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