Aire libre
Por Paula Jiménez
Pinceladas de azul, como un fondo tumultuoso que marea, y sobre ellas el blanco de un trazo nítido: es el contorno de un balde, la síntesis con la que este objeto se ha grabado en la memoria. Presencia del mar en el azul y del juego en el blanco, escena veraniega que retorna intensa y vacilante, como saben hacerlo los recuerdos. La extensa superficie de color parece haber sido raspada, esculpida por la figura, haberse ofrecido a la acción humana para que esta dejara su sello, su marca de civilización en la línea. Más allá, en la tarde amarilla, una joven cruza sus piernas y con ellas se acciona la parte por el todo. Estamos frente a lo que la imaginación completa volviendo falda, volviendo pies, volviendo cuerpo de mujer. Y otra vez el verano en esta nueva escena, la inminencia de su arena dorada que resplandece y hace que todo sea suave, leve y volátil.
En esta muestra, Verónica Virasoro se expresa al aire libre, se expone en estos cuadros donde hay sol y viento, hay aire y tierra, hay agua. Ninguno de los elementos vivos y detenidos en sus pinturas podrían pensarse en el encierro. Como la araña, que parece querer salirse de sus límites y avanzar sobre nuestras miradas, lanzarse desde el rojo, desde el plasma hacia la tierra. ¿Pica a quien mira? Quizás lo haga. La araña pica para sobrevivir, porque picar es su único modo de acariciar lo extraño, de alimentarse de su riqueza. Muy sola está reinando en una tela, en el centro puntual de su maraña. Aislada como la niña- novia que arrastra jirones de tela entre sus manos, unos hilos de luz. Girones tan finos y ondulantes como sus propios cabellos, los que la brisa mueve. Blancos jirones de frescura sobre un jean impecable: una trama de puntos apretados, un color áspero y poco exaltado, ideal para un vestido sencillo como el suyo. Atuendo aquí, sobre este celestón y también allá, atuendo sobre el verde del chico que fuma. Irregulares, imperfectos, sus botones, como todo en él. Su perfil, su mano, el humo que le sale de la boca. El trazo blanco del pincel surcando el color de las hojas en verano. El verde se alimenta de la tierra. De la tierra regada por la lluvia, intermitentemente, por la lluvia. Toda continuidad está hecha también de sus interrupciones. Siempre que llovió paró, dice la gente. Pero no se oye aquí la voz humana, sino el tamborileo de las gotas en el techo, la sensación de que el mundo se viene abajo. Entre tanto, breves chispazos musicales acompañan el movimiento de las líneas y generan una momentánea tranquilidad. La historia congelada y concentrada que propone el dibujo sobre el bastidor, en el video se proyecta y desplaza. Y así explota el big bang. Probablemente, los habitantes de mundos como estos nunca estén quietos. Fantasía: que lo aparentemente inanimado se anime, que lo imposible deje de serlo, que en la memoria prospere lo que se detuvo en el tiempo. Dice Charly García: Fantasy es un lugar del que nadie puede regresar. ¿Acaso Verónica Virasoro podrá regresar de este universo? Nadie puede regresar después de haber encontrado un lenguaje así.