Pintadas en un viejo taller a orillas de un lago patagónico, en un encuadre de verdes y marrones que se recortan a veces netos y otras borrosos contra el cielo. Pintadas sobre hojas de viejas revistas de campo en las que el texto desaparece, se hace contingente, las palabras se independizan y generan formas, formas humanas que a su vez se vuelven texto, texto que plasma lo fundamental de lo humano: la emoción…Y surgen las niñas.
Las Niñas Malas pero también buenas, el pincel busca en la dualidad bueno/malo que habita a estas niñas sin nariz y encuentra algo adorable y atemorizante a la vez. Son cómplices de nuestras pequeñas maldades y nos las muestran con gran ternura.