¿Carpintero, diseñador, plástico, escultor, juguetero, acaso artista? Arbutti declina las definiciones, las conjuga en un tablero con reglas propias, hace del juego un arte, y del arte, cosa seria. Por austero, y por serial. Arbutti juega. Juega y juega. Y su juego no es una mera diversión sino el concentrado de una disciplina del espíritu. Así se produce una obra formal impecable, de construcción rigurosa y conceptual. Y una saga de manufacturas que encastran geometrías, funciones, propuestas de uso, llamadas, casi eufemísticamente, juguetes. Cada escultura y obra plástica puede ser vista como un juguete, una palanca para mover el mundo. Cada chiche puede ser visto como una obra única, aunque se repita mil veces. Como resultado de esta amorosa conjunción, todo, desde la composición de relojería, hasta los colores fulminantes, desde los materiales, nobles siempre -madera, papel, piedra, metal y acrílico- todo emite, resume una intensa, profunda, inusual alegría. ¡Alegría, alegría: la creación!