De adentro hacia afuera, parece haber sido el movimiento de lo representado: de los huesos a la piel. De lo fragmentado a la colonia: el crecimiento rizomático sin centro generativo. De hecho, cabría preguntarse ante las últimas piezas de Michelle ¿dónde empiezan y terminan estas colonias de líneas azules de distintas intensidades? ¿son estas piezas porciones de algo mucho más vasto que no necesita ver la luz del sol para crecer, como sucede con los hongos? […] Estas obras fueron realizadas sin el apoyo de un boceto previo, dictadas a sí mismas por la propia lógica de crecimiento. Son las ovejas negras de una formación en el paradigma proyectual. Imagino a Mischa desarticulando no sólo un modo de hacer, sino también un modo de ver y de estar en el mundo.
Y seguramente, aquí radique toda la fuerza de este procedimiento-obra: mientras las piezas de Mischa parecen “hacerse solas”, en realidad, tenemos a una persona con un plumín en la mano, girando alrededor de una mesa, inclinándose sobre el papel traslúcido, repitiendo un gesto mínimo –una acción que no fue solicitada desde afuera sino invitada por alguna potencia personal–, dejándose llevar sin apresurarse a anteponer ideas previas porque no está conquistando ningún territorio sino creándolo al mismo tiempo que le presta atención, que lo espera, que lo escucha aparecer. Es, sin dudas, una aproximación humilde y cuidadosa hacia la obra, como si esta fuera un ser vivo. Y seguramente, desde la perspectiva que nos trae este paradigma, lo sea.
Mariana Rodríguez Iglesias