“Es cierto que a primera vista la obra de Alejandro Gigli parece adecuarse a la categoría incierta de abstracción geométrica. Sus pinturas generan espacios despojados y silenciosos como la capilla de Mark Rothko en Houston, e invitan a adentrarse en un tiempo suspendido. Las perspectivas logradas con planos de color parecen afirmar la existencia de realidades múltiples, más allá de lo que el ojo humano puede percibir. Los espacios se abren hacia abajo como invitando al héroe a descender a los infiernos, o por el contrario invitan a elevarse como lo hace el cóndor o el águila, por nombrar algunas aves sagradas que simbolizan el ascenso del espíritu. En sus pinturas no son raras las alusiones a los portales, como el tori sintoísta, el pórtico de las catedrales románicas o la Puerta del Sol (Tiwanaku), como una forma de traspasar de un espacio profano a uno sagrado, de lo cotidiano a lo mágico, de lo temporal a lo atemporal. Detrás de una apariencia simple, de intersección de planos de colores, las pinturas de Gigli esconden la posibilidad secreta de abrir la percepción a múltiples dimensiones, son arquitecturas que trascienden la anécdota o la historia para sugerirnos un punto de encuentro con lo inefable”, Julio Sánchez.