Quien conoce el camino creativo de Alejandra Barreda y ha tenido la posibilidad de ver obras que pertenecen al inicio de su recorrido, ha podido constatar hasta qué punto el espacio –se trataba en aquel momento de un espacio representado– es un dato fundamental y constitutivo de su reflexión, de su inventiva. Con el pasar de los años, su trayecto conceptual se desarrolló de manera progresiva hacia un lenguaje sofisticado que nunca pasó por alto las cualidades visuales, táctiles, artísticas indispensables, en principio, a toda obra de arte.
Sobre sus pinturas recientes, la elección de las tonalidades es a veces inesperada, oscila entre algunos recuerdos del mundo natural mientras que otros tonos parecen referirse más bien al mundo urbano construido, o podrían entonces, del mismo modo, aludir a nuestro legado artístico visual. La dinámica de las líneas responde a una voluntad de expansión; su estructura, su organización (el término “composición” no sería adecuado aquí) está pensada para evocar, no de modo directo sino más bien por el principio de reminiscencia, o bien de transposición, el mundo externo, su espacio. Este forma parte de la pinturas de Barreda, pero transpuesto, elaborado en obras que invitan al espectador a una contemplación en sí misma creativa.
Estas obras son el resultado, la culminación de una investigación plástica llevada adelante en el largo plazo; el uso sistemático de bandas verticales –a veces rectas, otras veces curvas– permite evitar todo efecto de profundidad; crean una continuidad, un espacio en expansión, una pluralidad de ángulos de visión. El recurso a la serie permite que la mirada, frente a una sucesión de telas, no converja en un punto fijo. Por consiguiente, la realidad concreta del «entorno», de la pared, se hace más presente.
Alejandra Barreda se inscribe en la tradición ya centenaria de la abstracción geométrica, que ha integrado tanto las corrientes artísticas e intelectuales de los europeos como los enfoques en ocasiones más sensuales o emotivos de los artistas del nuevo continente. Se ha interesado, entre otros, por el arte y la problemática particular del artista francés Daniel Buren – realizaciones que hacen justamente del espacio real un dato fundamental de la obra por el lado de una investigación acerca de la relación entre la obra, su lugar de exposición y la mirada del espectador.
La pintura de Barreda podría definirse, más que por el término de «geometría sensible» –utilizado por los críticos más o menos recientemente–, por el de «geometría prospectiva», es decir un arte (geométrico) que tiende, cada vez, a explorar el espacio pictórico comprendido también como un espacio significante que incluye, además, una dimensión metafórica.
Danielle Perret. Curadora independiente (Universidad de Ginebra)